Una Editorial se va de la Argentina

    "El demonio no son tus lectores, ni los que compran tus novelas ni quien los descargar de manera ilegal. No hay demonios en realidad. Lo que hay son dos mundos, dos maneras diferentes de hacer las cosas." (Hernán Casciari)

Hace poco una editorial que no diré el nombre anunció que cerrara las puertas en Argentina, porque desde el gobierno de Mauricio Macri la solución se volvió insostenible. 

A los autores e ilustradores les llegó un mail diciendo que sus contratos quedan en los hechos rescindidos y que los libros que aún tienen serán destruidos para no competir contra el mercado. Eso nuevamente generó la polémica de que sería mejor donar los libros para que aquellos que no tienen la posibilidad de acceder a la literatura por cuestiones económicas puedan tener la oportunidad de descubrir un mundo nuevo. 

    El motivo por el cual las editoriales tienen esta tradición de quemar o destruir los libros, es por el "miedo" de vender los libros a menor costo o en lotes y que los lectores tomen esto como una "avivada". Es decir, que por el simple motivo de no destruir un libro y venderlo a mitad de su valor, o regalarlo, la gente diga "Ah, entonces no compro un libro nuevo jamás, espero que todos se fundan y compro todo muy barato o me lo regalan". Sí lo sé suena inverosímil, pero creer o reventar, ese es el pensamiento que sostiene este tipo de acciones.  

Obvio que todos podemos quejarnos y pedir que esos libros que tendrían que convertirse en picadillo finalmente sean donados pero más allá de lograr eso, me resulta interesante como en estos tiempos que vivimos, exista gente con la mentalidad del siglo pasado. 

Esta editorial es la segunda de la semana que me sorprende para mal. Una colega me dijo el otro día preocupada que intente no enviar manuscritos en PDF a las editoriales porque a ella le sucedió algo "Catastrófico". 

    El hecho en sí es el siguiente: 

    Ella mandó su manuscrito a varias editoriales y tuvo la suerte que una editorial se fijara en ella. 

Armaron el contrato, se dedicó a trabajar en su novela y hace poco le llegó un mail de la editorial diciéndole que su manuscrito se encontraba disponible para ser descargado en una pagina "pirata". La editorial le pidió que logre dar eso de baja, o no lanzarían su libro porque creen que ese archivo pirata afectaría a las ventas. 

Que obsoleto resulta decir "pirata" en épocas donde todo pasa por internet, pero aún así estas cosas suceden. Editoriales que miran lo "gratis" como una enfermedad. 

Para ellos, el que descarga algo ilegal es el enemigo, el autor que permite que sus lectores bajen un PDF gratis es un desquiciado y ellos, la editorial, son las victimas. 

"La situación es sumamente confusa, a varios autores no nos ha llegado ninguna comunicación, incluso habiéndola pedido", relató uno de sus autores. 

Porque claro, en la caída, en el cierre, cuando ya no hay ganancia todos aquellos que no aportaron a la supervivencia son tratados de igual manera que lo que ellos consideraron sus enemigos. Es decir, su pensamiento es, vos autor que no fuiste un Bestseller, no mereces mi atención o mi empatía mientras destrozo tus historias porque no fuiste exitoso. 

¿Y que es ser exitoso? Eso lo mide cada uno, pero por lo visto en los tiempos que corren vale más editar un libro de cincuenta paginas por un Youtuber que venda muchísimo, que tal vez editar un manuscrito que podría tratarse de la siguiente gran novela latinoamericana. 

Con esto que escribo, no es que quiero posicionarme en una postura "anti-editorial" porque se que muchas trabajan bien y son más transparentes a la hora de hablar con los autores. Editoriales que se dan cuenta que internet es una herramienta, y a ese tipo de editoriales es la que espero encontrar algún día para confiarle alguna de mis historias. 

Pero mientras más conozco autores que me cuentan sus desventuras, más me espanto. 

A una conocida le pagaron regalías miserables, y hubo un destrato enorme por parte de la editorial ya que su libro no vendió. Ella acusa que jamás le hicieron publicidad, que enviaron ejemplares a "Influencers" que no eran su "tipo de lector", que destrozaron la obra por estar esperando otra cosa.  Eso le alcanzó a la editorial para solamente distribuir el libro y listo. La publicidad corre por parte de la autora, a pesar de solo ver un 10 % de ganancia del valor de tapa. 

¿Y que puede hacer? Nada, solamente esperar que el contrato se termine. 

Por mi parte, trabajé con un servicio editorial. Desde el momento cero fueron claros conmigo. Ellos se encargan de lo administrativo, de maquetar el libro, de prepararme el formato digital, ayudarme a subirlo a Amazon, mandarlo a imprimir y listo. 

Todo eso lo financié. Lo que es venta, publicidad, distribución, corre todo por mi cuenta.

Con Senda Sangrienta, seguí un camino que esta editorial se hubiera agarrado de los pelos. Básicamente al que no puede comprarlo en físico le regalo el digital. Y luego le acepto alguna donación. Sostengo que estamos en un momento donde internet acerca a la gente que tiene intereses similares y yo me pongo en situación de que si un escritor que es tan amable como para regalarme su novela, si me gusta, compro el físico. Pero porque tengo 30 años y me encanta tener libros en físico. Para mi suerte, no soy el único y muchos lectores que conocí por internet me apoyaron comprando su ejemplar. 

    Es por eso que cuando veo estos casos, me sorprende la falta de voluntad para cambiar.     

    Hay ocasiones que es más que necesario aprender a cambiar y me gustaría poner un ejemplo que sucedió en Argentina.  

    Gustavo Olmedo, que en los 90´s tuvo una carrera increíble en ámbito radial,  fue despedido de una radio que perdió todo el poder que supo tener en décadas pasadas. Él podía haberse seguido moviendo por una industria que es la sombra de lo que supo ser y eligió sumergirse el mundo de los podcasts. Y encontró ahí su lugar. 

    Él le dice a los oyentes todo el tiempo que necesita dinero para mantenerse y pide una suscripción a voluntad. A mi me gusta lo que hace y estoy suscrito. Por 300$ al mes se que estoy aportando mi granito de arena a que exista algo que me gusta y unas 400 personas piensan lo mismo que yo y todos los meses estamos ahí, apoyando. 

Tal vez, ahí radica el dilema de esta editorial que quiere prender fuegos los libros antes que regalarlos. Que mientras algunos pedimos cultura para todos, y buscamos apoyarnos mutuamente. Otros siguen pensando que la cultura es para una elite, y si no sos parte de la elite, prefieren destruir la cultura antes de verla en las manos que ellos consideran "no dignos" de aquellos que en su mente, son capaces de esperar añares por leer un libro, con tal de pagarlo más barato o no pagarlos. 

    Ojalá algún día puedan verse a un espejo y darse cuenta que lo más cercano a ese demonio, que crearon en su mente para justificar lo que está sucediendo en estos tiempos que corren, son ellos mismos. 

    

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La Batalla por la Tierra Media de Tolkien

Sons of Gondor! Of Rohan! My brothers. I see in your eyes the same fear that would take the heart of me. A day may come when the courage of Men fails, when we forsake our friends and break all bonds of fellowship, but it is not this day. An hour of wolves and shattered shields when the Age of Men comes crashing down, but it is not this day! This day we fight! By all that you hold dear on this good earth, I bid you stand, Men of the West!  

    Hace una semana se libró en internet la batalla cultural más importante de nuestros tiempos. Amazon decidió modificar y cambiar el mundo de Tolkien y los fans dijeron que no. Pero lo que podría ser algo muy sencillo, se convirtió en una batalla entre el poder corporativo y las personas comunes. 

En este texto voy a intentar explicar un poco lo que está sucediendo y demostrar que es vital para la cultura que la serie de Amazon sea cancelada. 

Todos conocemos El Señor De Los Anillos. Ya sea por la trilogía de Peter Jackson, o por la importancia que significó la obra de Tolkien que fue nombrado "El padre de la fantasía moderna". 

Tolkien no era un novelista de carrera. No escribía libros para hacer dinero, sino que era un profesor que escribía su propio mundo en la intimidad de su cuarto. Publicó poco en vida, por ese motivo. Porque "La Tierra Media" era su mundo, su obsesión y no iba a permitir que ninguna editorial lo apurara en el proceso. 

Al morir, su hijo recopiló todo lo que pudo y de esa manera conocimos cientos de historias que demostraban la pasión de Tolkien por su tierra media y su mitología. 

En el 2017 Amazon anunció que haría una serie que estaría basada en "El Silmarillion" esa biblia creada por Tolkien que explica los grandes hechos de su universo antes de los eventos de El Señor De Los Anillos. 

Luego de ese anuncio la empresa se llamó al silencio, uno que continuó hasta la muerte de Christopher Tolkien, el último guardián con la sangre del autor corriendo por sus venas. 

A poco tiempo de la muerte de Christopher, Amazon lanzó unos posters donde mostraban personajes. A muchos fanáticos de Tolkien esto les hizo levantar una ceja porque se veían  personajes de color en los posters, algo que jamás tuvo lugar en los escritos del autor británico. 

Yo observé y mucho no me importó. Pensé que eran humanos y en ese caso poco me importaba el color de su piel. 

Luego llegó el artículo de "Vanity Fair" donde los productores dijeron dos cosas que me alarmaron: 

"Queremos escribir la historia que Tolkien jamás escribió" Que ego más enorme, digno de Sauron el corruptor, que tuvo ese productor al decir esas palabras. Como si tuvieran el genio y la creatividad para poder ponerse en el lugar de Tolkien, para poder crear las grandes obras que él escribió. 

"Creemos que necesitamos generar una tierra media donde todos se sientan identificados, más parecida a nuestro mundo". Esa frase es la que peor me pegó. Porque la tierra de Tolkien es su tierra y no es la nuestra. Todos somos libres de verla y decir si queremos sentirnos parte de ella o preferimos ignorarla. 

Y luego llegó el teaser tráiler más maquiavélico que podían hacer, donde mostraban a Galadriel como una guerrera con armadura, a un elfo de pelo corto creado por los guionistas de la serie y a una enana sin barba, también creada por los guionistas de la serie. Todo planeado meticulosamente con un articulo en un diario importante que salió a las pocas horas que titulaba "Los fans de Tolkien son racistas". 

¿Y por qué dijeron eso? Porque el elfo de pelo corto (Tolkien siempre los describió como pálidos de pelo largo) y la enana sin barba (Tolkien describió a las enanas con barba) eran de color negro. 

Amazon utilizó los tiempos modernos que corren para mostrarnos una historia creada por ellos a su deseo y voluntad, corrompiendo la obra de Tolkien y acusando a aquellos que aman la historia de racistas por decir que esos personajes no pertenecían al mundo de Tolkien, más que nada porque fueron creados por guionistas y no por el autor. 

Pero lo que Amazon no contó, es que el fan de Tolkien que ama la obra y lo que eso significa, no es racista. Los fans llenaron de comentarios el video explicando el problema de los fans con la obra y es que Amazon, al igual que Sauron al entregar los anillos de poder, les mintió a todos. 

Miles y miles de comentarios pidiendo por favor que cancelen esa serie, que no la nombren El Señor De Los Anillos, que hagan las cosas bien o no las hagan. Videos de fanáticos explicando el porque lo mostrado en el tráiler está mal. 

Pero Amazon no se detuvo ahí y generó una campaña de odio hacia los fans de Tolkien llamándolos tóxicos y racistas y que solo a los que le gusta la idea de esta serie son fanáticos de Tolkien. 

A pesar de todo, los fans siguieron luchando, siempre en nombre de Tolkien. 

Recientemente pasó algo que demuestra que no todo está perdido. 

Amazon había subido un video de cuatro influencers de Instagram considerados "superfans" de Tolkien. Uno de ellos dijo "Me encantaría ver a un Sauron sensual y que todos piensen ay puedo cambiarlo". Leyeron bien. Un Sauron sensual, parece ser que se olvidó que está hablando de un genocida. Y otra muchacha que lo único que decía era "representación" e "inclusión". 

Ese video si hoy lo buscan, no podrán encontrarlo porque Amazon lo dio de baja. Posiblemente, hasta ellos mismos se dieron cuenta que el pescado que intentaron vender estaba demasiado podrido. 

Hoy mientras escribo, los dislikes en el trailer son superiores a los likes, es decir que el pueblo habló y habló en contra de esta serie de Amazon. 

Ahora, yo entiendo que al mundo de Tolkien le faltó inclusión. Tiene sentido que así sea porque estamos hablando de un libro que se escribió poco después de la segunda guerra mundial y todos sabemos que ese mundo era muy diferente al nuestro. 

Pero les pido a los que están leyendo que entiendan que por más que eso sea así nosotros en esta era no somos ni seremos nadie para cambiar lo que está escrito. Esta obra tiene que ser adaptada tal cual palabra por palabra o no ser adaptada, porque esa era la voluntad de su autor. 

Los fans de Tolkien no son racistas, por más que Amazon intente convencer a todo el mundo que lo son, sino que son defensores del legado de un artista. 

    Estoy seguro de que si Tolkien estuviera vivo y dijera "traje este elfo negro a la historia, porque me di cuenta que le faltó representación" todos los fans diríamos: "Ok, genial" y los racistas se irían porque no les gustaría. 

¿Y saben por qué lo sé? Porque ya pasó antes. 

Cuando se adaptó American Gods a Amazon, basada en la novela de Neil Gaiman, muchos pegaron el grito al cielo al ver que Shadow era un actor de tez morena. Bastó un tweet de Gaiman diciendo "yo elegí que el sea Shadow" para que los fans dieran el visto bueno.  

¿Por qué? Porque el autor lo dijo. 

Cuando se adaptó "La Torre Oscura" con Idris Elba, representando a un Roland que todos conocíamos por sus ojos celestes, solo bastó la palabra de King para que nos subamos al bote de la adaptación. 

¿Por qué? Porque el autor lo dijo. 

Ellos están vivos para decidir cambiar su obra en representaciones audiovisuales porque, bueno, SON SUS OBRAS.

Sé que muchos dirán "Es un mundo de fantasía" pero es el mundo de fantasía al cual Tolkien le dedicó su vida. 

Si Amazon quiere hacer un mundo de fantasía diferente, que cree uno de cero. Que sus empleados sean creativos, que trabajen duro, que logren emocionar con historias propias. 

    Pero no corrompan la obra de un autor que no está para defenderla, ante un grupo empresarial que tiene un grupo de marketing que les dice que lo ideal sería cambiar lo que está establecido. 

Si esperan hacer eso y que los lectores que aman ese mundo se queden con los brazos cruzados, están equivocados porque no va a pasar. 

La gente que ama esta obra se encuentra luchando una batalla que al igual que la que luchó Gondor contra Mordor no tiene grandes chances de ganar, pero aún así lo hacen porque no pueden ver que destruyan la obra que Tolkien trabajó durante toda su vida. 

Por más que Amazon tenga todo el poder de su parte para intentar hundir a la gente que está luchando, por la que creo yo es la causa correcta, vamos a intentar detener esta locura que están cometiendo. 

Por Tolkien. 


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Postal de febrero 2020

 *Hice este texto, este mismo día hace dos años atrás, sin saber lo que iba pasar en cuestión de poco tiempo en todo el mundo. Hoy lo comparto con ustedes. 


Mis primeras vacaciones reales, y con eso me refiero a estar trabajando en relación de dependencia con un sueldo en blanco por lo tanto los días que no asisto no me lo descuentan, hubo un día que se anuncio un temporal. 


Me desperté ese día con un calor insoportable y mi primer pensamiento fue en ir a la playa. En seguida, mi mamá, como toda señora adulta que mira el canal del clima me dijo que no vaya, que había una alerta meteorológica. Confiado por el hecho de tener un transporte y que la playa en cuestión me quedaba, en caso de que no exista trafico, a diez minutos, fui. 


Tener en cuenta que soy una persona muy colgada, por lo tanto, en mi mochila había un libro y solo un libro.  


No llevé equipo de mate y tampoco llevé toalla. Mientras avanzaba hacia el mar, el sol se fue cubriendo de nubes.  Un dato importante que aprendí ese día, es que mucha gente debe ver el canal del clima como mi mamá, porque no había nadie. 


Estacioné, me bajé y fui caminando hasta la carpa. En el pasillo éramos tres personas. Dos de los carperos que estaban tomando mates y yo. 


Me metí en el mar que estaba teñido de un color grisáceo, al igual que el cielo sobre mi cabeza. Dejé que las olas me golpearan y observaba mi piel cubrirse por la espuma y estuve ahí tendido un largo rato. Éramos solamente el mar y yo. Seguramente en lo que restaba de la costa, había más gente, pero no los podía ver, así que en mi mente esa era la realidad. 


El mar, los fantasmas que debían habitarlo y yo.


Salí finalmente todo empapado sin toalla alguna y me senté en la carpa esperando que mis manos se secaran para poder leer.


Ayer la situación fue similar. Como si el mar supiera que tengo el tiempo para ir a visitarlo y sabe mi poca paciencia ante las multitudes de personas vivas. 

Entonces, trae la alerta que expulsa a la gente. 

Entonces, me tienta a ir al mar. 

Entonces, una vez al año todos los fantasmas que lo habitan y yo, que los siento y los acepto nos reencontramos en las aguas grises y saladas, bajo un cielo que toma el color de los que se encuentran en el mar.


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Hay que Salir a Buscar a la Gente


Hace poco vi una entrevista a Mario Pergollini hablando de que uno no puede pretender que la gente vaya a uno. Que el consumidor de hoy en día no es fiel y es inclusive bastante hostil. 

     Eso no quiere decir que las personas lo sean, sino que nos inculcaron inconscientemente ser de esta manera. 

Algo entendible dado los tiempos que vivimos, donde queremos tener todo al alcance de nuestras manos y que sea lo mejor. 

Hace tiempo atrás un comediante de Stand Up, decía que era muy complicado concretar planes con amigos, porque con las redes sociales estamos al tanto de los mejores eventos y no queremos perdérnoslos por habernos comprometido a algo menos interesante. 

Cuando me propuse sacar mi primera novela en papel, empecé una campaña de "buscar a la gente". Básicamente es ver en redes sociales quien podría leer lo que escribo y regalarles el digital. 

La mitad de la gente aceptó en leerlo, inclusive algunos decidieron comprar el libro porque les gustó lo que leyeron y querían apoyarme para poder leer la continuación. La otra mitad de la gente me clavó el visto. En esa campaña de seguir gente me di cuenta que tanto el correo electrónico como la red social, me advirtió que no haga "spam". Obviamente a ellos no les importa el "spam" cuando me muestran una publicidad en mi feed, o me llega al buzón a algún anuncio. 

Es porque para ellos "spam" es aquel mensaje mandado por un individuo que no pagó ninguna pauta de publicidad con ellos. 

Entonces, ¿Hasta que punto juega internet a favor de un artista?. Sigue siendo mejor que las épocas que no teníamos internet, claro que sí. Pero es muy interesante observar hasta que punto la "Industria" logró adaptarse a los tiempos de información que vivimos. 

La otra vez hablando con libreros me decían lo sorprendido que estaban con los nuevos lectores. Llegan con un celular en la mano y dicen "quiero este titulo" si el titulo no está, no aceptan una alternativa y se van. 

Es obvio que ese lector sigue cuentas de Instagram o Youtube que habrán defendido con capa y espada la obra que fue a buscar. ¿Pero esa opinión es genuina? O la editorial que le otorgó el libro a esa cuenta le dejó en claro que "vos tenés que hablar bien de esto o hasta acá llegó nuestra relación". 

Las redes sociales, cada vez más se ven infectadas por estas cuestiones de la "vieja industria". 

Internet es un mundo en si mismo, y tal vez hace veinte años atrás era un mundo más libre, pero hoy en día, quienes puedan costear la publicidad tendrán el algoritmo de su parte. 

¿Esto es bueno o malo? Queda en elección de cada uno. 

Mientras tanto, acá estoy escribiendo estas palabras, intentando sortear todas las trabas de los algoritmos que intentan frenarme por no tener la espalda económica para poder pagar lo que ellos quieren que pague para mostrar lo que escribo. 

Porque como dije al principio, que nos inculcaran que tenemos que consumir lo mejor y descartarlo cuando algo aún mejor aparece, no significa que las personas así lo sean. 

Encontré que cuando uno habla con alguien, por las redes sociales, internet vuelve a ser esa herramienta increíble que nos conecta de verdad con todo el mundo. Cuando dejamos de ser un like, un follow, y somos una persona con otra persona podemos tener ese vinculo que es el que los artistas buscan. El de mostrar lo que uno hace y el otro lo aprecie. 

Hago este post porque muchos artistas me dicen que están cansados de no tener una audiencia. No es que están cansados de las malas criticas, o pocos comentarios, están cansados de no ser vistos. Entonces le digo como difunden y me dicen que por Hashtags, o subiendo una historia, o poniendo un monto mínimo en publicidad. Y es ahí cuando les digo lo mismo que digo en el titulo de esta publicación. 

Hay que salir a buscar a la gente. 

La gente está ahí, siempre expectante de recibir nuevas propuestas. Lo demuestran los tops disimiles de las series más vistas de la plataforma más conocida. No es que son un top 10 de comedías románticas. Hay de todo, porque la gente siempre busca el arte, por más que nos lo inculcaran como algo que hay que consumir y consumir sin valor alguno, si logramos sacar esa barrera de por medio, nos encontraremos con la verdadera naturaleza del arte y la cultura, mostrar algo que despierte una emoción en la gente. 


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Paris era una fiesta

    He nacido para disfrutar la vida, pero Dios se olvidó del dinero. (Ernest Hemingway)

    Cuando empezamos a vernos con mi actual pareja, ambos nos sentíamos como dos adolescentes. Experimentamos un amor que día a día nos sorprendía a ambos por como crecía y parecía no querer entrar en una meseta.  En esos gestos de amor, ella entró a una librería y le comentó al librero que deseaba regalar un libro para alguien que deseaba convertirse en un escritor publicado. Así fue como ella, aclarando que no considere su regalo como una obligación de nada, me entregó “Paris era una fiesta” de Ernest Hemingway.

    Voy a pecar de arrogante y decir que considero que sentí empatía con Ernest cuando se quejaba de la pobreza que vivía y de que nadie pagara por sus cuentos, ya que desde que comencé a escribir siento que mis manuscritos de fantasía y ficción son mucho mejores de los que las librerías y bookstagramers intentan vender a los jóvenes. Encima, a diferencia de Ernest que vivía de escribir artículos para diarios alemanes, yo tengo que trabajar en atención al cliente por nueve horas al día por un sueldo en pesos. Al menos Ernest tenía más tiempo libre, y bueno siendo honesto mucho más talento.

    Pero es que cuando me pongo a leer cualquier parte de “Paris era una fiesta” todo lo que es Hemingway quejándose de su economía y éxito lo puedo comparar con mi situación.

    Por ejemplo, cuando Ernest escribe:
 “En los puestos de libros que hay en el pretil de los muelles uno contaba a veces libros americanos recién publicados, y los vendían muy baratos. Entonces el restaurant de La Tour d’Argent tenía encima unas cuantas habitaciones y las alquilaban haciendo un descuento en el restaurant, y si los inquilinos al marcharse dejaban algún libro en la habitación y la dueña del resto los daba por muy poco dinero.”

    Lo único que puedo pensar es en las veces que hago un filtro por internet de los libros que pueden ayudarme para ser un mejor escritor o alguna novela del genero que escribo para entretenerme porque hay algún día cada tanto que tengo un reintegro con la tarjeta de crédito y es la única manera que tengo de adquirir nuevo material.

    Inclusive la manera de que tiene de observar a sus pares se me asemeja, porque también tengo el agridulce sabor de que autores publicados me digan que es cuestión de tiempo para que me den una oportunidad las editoriales y pueda ver mis novelas en las librerías porque según ellos lo que hago es digno de editarse. Y, sin embargo, mi novela que va a ver la luz en tres meses la voy a publicar con una pequeña editorial de Buenos Aires, y con mucha inversión de mi bolsillo.
 
    Comparto también ciertas metódicas de trabajo, ya que él escribía hasta que algo tomaba una forma y luego, aunque tenía ganas de escribir o la idea de como seguir prefería dejar el texto crecer solo en su cabeza antes de ponerlo en papel. Me pasa algo similar con mi disciplina de escribir mil palabras al día, porque, aunque sepa que es lo que puedo hacer para continuar la escena, decido quedarme ahí, esperando que al otro día las palabras salgan igual de fluido.

    Todos necesitan un mentor, y yo tomé muchos en mi travesía de intentar ser un escritor publicado, pero tengo que admitir que hasta que este libro llegó a mis manos jamás había podido apreciar mi situación de clase trabajadora, por no decir clase baja, porque comparado a los países del primer mundo ser un trabajador en Argentina equivale a ser clase baja. Mar Del Plata se transformó en Paris y decidí que cada vez que fuera a tomar un café solo, me llevaría mi cuaderno para anotar las cosas que pasaban en el café o mi estado de ánimo.

    Obvio que sigo detestando no haber nacido en una familia acomodada para tener todo el tiempo del mundo para leer y escribir, pero al igual que Hemingway se enojaba con su persona a la hora de analizar el hecho de su pobreza, aprendí a decirme lo que él se decía. Básicamente me digo a mí mismo que tengo que dejar de llorar, que yo elegí intentar perseguir la quimera de ser un autor publicado de tiempo completo escribiendo libros de fantasía en Argentina y que podría conformarme con ser un simple empleado que en él tiempo libre hace algo de ejercicio, mira muchas series y lee solo por placer. Pero que yo elegí esto así que tengo que dejar de llorar y ponerme a escribir.

    Como la persona que me regaló el libro ahora decidió renunciar a la comodidad de un sueldo a cambio de dejar la vida en una corporación despreciable que vende ropa para niños y niñas, para seguir su propio camino en la carrera de la cual es licenciada. “Paris era una fiesta” vuelve a tomar sentido, porque somos dos enamorados con muy poco dinero, intentando sobrevivir el día a día y muchas veces encontrando salvación en el amor que nos sentimos el uno por el otro, mientras esperamos que todas las botellas que largamos al mar desde nuestra isla desierta encuentren a sus correspondientes destinatarios y vuelvan a nosotros.

    “Lo único que yo tenía que hacer era conservar mi cabeza en buena forma, hasta que a la mañana siguiente me pusiera otra vez a trabajar.”

    Esa frase me la tendría que tatuar, porque define por completo lo que siento. Tengo que aguantar mi trabajo, las cosas que acarrea atender a gente, más aún en tiempos de pandemia y procurar que no afecte mi cabeza, para poder llegar a casa y tener las energías necesarias para ponerme a escribir. Tengo que hacerlo hasta ser descubierto, si Hemingway logró aguantar, y pasó por cuestiones más complicadas a nivel personal que quien escribe,

     Entonces no tengo motivos para bajar los brazos. Tengo que seguir, porque aún las palabras siguen saliendo, la imaginación sigue produciendo y quiero creer que todo eso significa algo.

*Este texto lo hice en 2020, antes de publicar Senda Sangrienta. Inclusive, el libro del que hablaba no era Senda Sangrienta, sino un manuscrito que continua guardado. 


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Filtros

Cuando volviera a Buenos Aires, le diría a Iván que me pague todos los gastos que hice en este viaje. Me había insistido tanto en que la fauna de Corrientes era ideal para sacar fotografías, que creí que lo más sensato que podía hacer era subirme a mi viejo auto y manejar hasta ahí.

    Los controles en la ruta fueron temibles. Horas de demoras y de presentar mi documentación a cada agente, que se encargaban de analizar minuciosamente mis datos y me interrogaban una y otra vez por los motivos del viaje. Odiaba como pronunciaban mal mi apellido, pero a pesar de todo, pude llegar a Corrientes.

    Era un lugar caluroso y lleno de moscas, con una fauna que, si bien lograría darme buenas fotos, no sería capaz de darme algo que me hiciera reconocido en el circuito de fotógrafos que se estaba gestando en Buenos Aires.

    Saqué pocas fotos antes de llegar a un gran almacén, que también tenía un bar. Algo típico de las provincias del interior, o eso me habían dicho. Poca gente joven sentada tomando algo y un puñado de personas que deambulaban por la parte del almacén haciendo compras. Pasé por al lado de una muchacha de pies descalzos que olía muy bien y miré a unos ancianos que jugaban a las cartas mientras compartían unas botellas de vino.

    Me acerqué a la caja y pedí una cerveza. Una joven de piel morena, que debía ser la hija de los dueños del almacén, me dijo que tomara asiento, que me la llevaría.

    Me senté y un chico pasó corriendo desde el fondo del lugar, tenía los pies descalzos y llevaba una remera blanca rasgada, la mitad de su cara parecía haber sido quemada. Pobre pibe, pensé. Aun así, él mantenía una sonrisa de felicidad que observé mientras se marchaba del lugar. El chico parecía ser conocido de todos, ya que nadie se volteó para observarlo o decirle algo. Solamente un hombre lo saludó al verlo marcharse. Ese hombre estaba vestido como si fuera un cura de los que hacen las misas norteamericanas, un priest, diría Iván.

    Apoyé mi bolso sobre la silla, y saqué el cubre lente de mi cámara. Quería preguntarle al hombre si me permitía sacarle unas fotos, pero al voltear, ya se había marchado.

    Me serví en el vaso y tomé un trago de cerveza. Me quedé pensando en que es lo que iba a hacer, cuando la muchacha que estaba eligiendo frutas se acercó a mí. 

    Jabón de jazmín, a eso olía. Verla de frente, fue algo inesperado, su vestido dejaba ver unas piernas preciosas. Su cuerpo parecía haber salido de la fantasía de algún explorador que descubrió América y su cara, era el de una diosa de la India, si las diosas de la India usaran aritos con forma de calavera y collares con distintos tipos de cruces. 

    —Hola —dijo ella, con una voz dulce.

    —Hola —dije y añadí—. ¿Te gustaría un poco de cerveza?

    —Si —dijo ella, tomando asiento y agarrando mi vaso para llevárselo a los labios.    

    —Soy León.

    —¿León?

    —León Watzky.

    —Watzky —dijo ella en una pronunciación perfecta. ¿Es polaco?

    —Si. ¿Vos cómo te llamas?

    —Tabi.

    —¿Solo Tabi?

    —Si —dijo ella riéndose—. Solo Tabi.

    —Un placer conocerte Tabi.

    —¿Qué lo trae a Corrientes señor Watzky?

    —Soy fotógrafo.

    —¿Y vio algo interesante? —dijo inclinándose hacia la cámara.

    —Si —dije observando el escote de su vestido, y añadí—. El sacerdote norteamericano, pero lamentablemente se marchó.    

    —¿Sacerdote Norteamericano?

    —Si, el que estaba cerca de las heladeras.

    —Ah, Lorenzo.

    —Supongo.

    —Si le gusta ese tipo de estilo tendría que acompañarme a Colonia Camila.    

—¿Colonia Camila? —pregunté extrañado, porque ese lugar no aparecía en ningún lugar turístico de Corrientes.

    —Si. Ahí estaba la antigua capilla de Lorenzo.

    —No soy de fotografiar edificios, soy más de paisajes.

    —Una lástima, porque es una capilla extraña, tiene unos detalles increíbles que recuerdan a lo mejor del realismo gótico europeo. Hay noches, que algunas personas que siguen con la tradición del señor Lorenzo. Hacen ceremonias y la imagen es mágica. Como si todo formara parte del paisaje.    

—¿Colonia Camila tiene algún hotel o residencia? —dije pensando más en conocerla a ella. 

    —No, pero mi casa es muy grande. Puede dormir ahí señor Watzky.

    —No, no quiero ser una molestia.

    —Mi cuñado es polaco. Todos ustedes son tan respetuosos, debe ser algo de la sangre. Si yo lo invito, es porque no creo que sea una molestia señor Watzky.

    —Podes llamarme León —dije sirviendo más cerveza en el vaso.

    Tabí sonrió y se tomó todo de un solo trago. Se levantó de la mesa, para dirigirse a pagar las compras y luego me hizo un gesto para que la acompañara.

    No lo pensé mucho y acepté la invitación. Fui a la barra donde pagué la cerveza y me marché junto a Tabi. La mirada recriminadora de los viejos nos siguió hasta que salimos del bar – almacén.

    Ella se subió a su camioneta. Un modelo europeo, que no esperé ver por estos lados, yo me subí a mi coche y empezamos nuestro viaje hasta Colonia Camila.

    Mientras avanzábamos a la casa, observé a las personas que parecían estar en una peregrinación. Todos caminaban vestidos de blanco y me pregunté si no tendrían calor al caminar bajo este sol.

    En el camino nos encontramos con otro control de las fuerzas de seguridad, pero para nuestra suerte no estaban parando gente. Seguimos andando hasta llegar a una gran casona colonial.  Estacioné el auto al lado del de Tabi y ella se acercó para preguntarme que me pareció el viaje en ruta.

    —Bien. Estuvo bien, tuve un poco de miedo con el control, que raro que no nos detuvieran.

    —Tranquilo. Mi papá tiene contactos importantes, jamás se atreverían a molestarme a mi o a alguno de mis invitados —dijo Tabi sin darle mucha importancia.

    —¿Sabes por qué es la peregrinación?

    —¿Peregrinación? 

    —La gente en la ruta, que estaba toda vestida de blanco.    

—Ah, si —dijo Tabí, esbozando una sonrisa, mientras abría el baúl para sacar sus compras—. Se están preparando para la gran fiesta. La fiesta de la capilla.

    —Bien —respondí intentando parecer animado, mientras ayudaba a Tabi a sacar las compras. 

    El día transcurrió de una manera soñada, con solo entrar en la casa y dejar las cosas sobre la mesa, Tabi me habló un poco sobre su cuñado y como nos parecemos, mientras me servía un buen vino y luego se abalanzó sobre mí. Estuvimos juntos sobre la cama hasta que se hizo de noche y Tabi me pidió que me bañara y me vistiera que teníamos que ir a la capilla. Y que no olvidara la cámara. 

    Me bañé con tranquilidad y luego me vestí. Me puse unos Jeans y una remera blanca, ya que Tabi llevaba puesto un hermoso vestido blanco y agarré mi cámara junto a unas baterías de respaldo. Subimos al auto de Tabi y ella se encargó de manejar hasta la Capilla.

    Llegamos antes de que comenzara la fiesta y pude ver la capilla, un poco venida abajo. La madera había envejecido en un marrón medio anaranjado, cubierta de plantas y enredaderas. Tabi quiso mostrarme el interior de la capilla y accedí. 

    La capilla por fuera, daba una ligera sensación de peligro, pero adentró daba una sensación desagradable. La estatua de la virgen ubicada en el fondo del lugar era muy extraña, parecía que el rostro de la mujer estaba sufriendo un dolor inconmensurable. 

    —Que virgen más siniestra. 

    —Dicen que Lorenzo se basó en el rostro de su mujer, cuando esta murió dando luz. 

    —Eso es macabro Tabi. 

    —Si —dijo ella en un tono divertido. 

    Los vitraux tenían la misma imagen de un ángel con rostro enfadado. Los bancos de madera, tenían en sus costados unas flores de hojalata, algo que no había visto jamás en una iglesia. Pero lo que más me desagradaba, eran los chicos que estaban tallados en las paredes del lugar, chicos de cabezas desproporcionadamente grandes y piernas retorcidas bailando alrededor de fogatas, jugando con dragones y víboras. Mujeres desnudas que tenían la cintura cubiertas por serpientes. Y entre cada imagen, los rostros alucinados de sapos. 

    —¿Por qué tantos sapos? —pregunté. 

    —Porque son una plaga. La imagen es una representación del juicio final. ¿No te gustaría sacar fotos? 

—Por el momento no —y al ver la mueca de decepción de Tabi, añadí—. La iluminación no es muy buena. 

—Bueno, podemos esperar a que enciendan las luces —dijo Tabi sonriendo—. ¿Vamos al auto a fumar 

—Dale.

    Entramos al auto y Tabi armó un cigarrillo, con lo que según ella eran unas flores especiales. Fumamos y luego lo hicimos en el auto de una manera frenética. Debimos perder la noción del tiempo, ya que al bajar del auto era de noche y la capilla estaba iluminada. 

    Ahora que la veía, me di cuenta que Tabi no mentía.  Las plantas que cubrían parte de la capilla parecían lazos de fuego quemando el lugar, los vitraux parecían tener vida y que el ángel en ellos se levantaba. Tomé la cámara y disparé varias veces. Sentía que estaba retratando un incendio forestal de rasgos apocalípticos. 

    —Vamos León. Hay que sacar más fotos —dijo Tabi tomándome de la mano y llevándome hasta el lugar. 

    Mientras Tabi me llevaba, me di cuenta que me costaba caminar, lo que habíamos fumado había sido algo muy fuerte. Me costaba respirar, y sentía que iba a desmayarme en cualquier momento. 

    Entramos cuando el padre Lorenzo estaba cantando una canción que no podía terminar de entender. La gente toda vestida de blanco cantaba la canción y me miraban. Al ver mi cámara se reían. Yo me reía. 

    —Dale León —dijo Tabi impaciente. 

    Saqué la cámara y empecé a fotografiar el lugar y a la gente. Con cada flash, mi cerebro imaginaba cosas terroríficas. Fotografiaba a la gente, y creía ver que, a cada uno de ellos, le faltaban cosas. Ojos, manos, piernas, dientes, la mitad del cráneo. Pero cuando cerraba mis ojos y los miraba sin el lente, estaban bien, riéndose y saludando a la cámara. 

    —León, la virgen —dijo Tabi señalando la estatua. 

    Apunté y disparé con el flash, de lo que ahora parecía ser una virgen pariendo, con las maderas iluminadas que parecían ser sangre y uno de los niños de cabeza deforme que no había visto antes, ubicado bajo de ella, que parecía estar saliendo de su interior, a punto de caer en la boca de una gran serpiente. 

    Saqué fotos hasta escuchar unos disparos, que aterraron a todos los que estaban ahí adentro. 

    —Tabi tenemos que irnos —dije preocupado. 

    Pero ella me tomó de la mano y me dijo que teníamos que quedarnos. Que los disparos venían de un campo alejado y que, aunque no lo parecería, esto era algo común, solo que los congregados les temían a los militares. Pero yo no pude seguir fotografiando. El miedo hizo que mis piernas se vencieran y caí en el suelo, viendo a las personas correr del lugar, hasta que de repente no pude ver nada más. 

    Desperté en la casa de Tabi. Había dormido en el sillón y en la mesa que estaba frente mío estaba la cámara. La agarré pensando un poco en las fotografías que había sacado y sonreí pensando en que había logrado conseguir una obra superior a lo que cualquiera de esos snobs porteños podría hacer en su vida.

    —Buenos días —dijo una señora, que tenía una escoba en la mano. 

    —Hola —dije levantándome del sillón—. ¿Tabi está por acá?

    —La señora se fue a una reunión —dijo y saco de su bolsillo un sobre—. Dijo que por favor envié las fotos a esta dirección. Adentro, hay plata para pagar el revelado de las fotografías y plata extra por sus servicios.

    —¿No hay chance de poder hablar con ella? —pregunté un poco molesto.    

—La señora tuvo que ir a ver a sus familiares.    

—Está bien —dije y salí de la casona.    

Me subí al auto y me alejé de Colonia Camila, por la misma ruta por la que llegué, cuando iba manejando vi un cartel que no había prestado atención antes, era una flecha que tenía escrito “La Capilla Del Diablo Fundada en el año 1677 por Lorenzo Fausto”.    

No sé por qué, pero un escalofrió recorrió mi cuerpo. La fecha debía estar mal, o tal vez era un truco para atraer a los turistas. Seguí manejando y poco me importó luego Colonia Camila, o Tabi, o la capilla. Solo podía pensar en revelar las fotografías.

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Escondidas

 Los niños de la ciudad de Mercedes, no juegan a las escondidas desde que Facundo Morelli logro convertirse en el campeón absoluto, al no ser encontrado jamás.


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Sr. Gull

 Mientras luchaba intentando separar la pierna izquierda del muslo del señor Aguirre con una sierra, David Gull sonríe y tararea la canción “Penumbras” de Sandro.
    
    Ya había separado los brazos y la pierna derecha. Los miembros, ahora se encontraban en una heladera portátil de color azul, ubicada a un costado de la mesada.
    
    Estaba en la cocina de la familia Aguirre. Al lado de la heladera azulada se encontraba una heladera de color rojo, que contenía los restos de la señora Aguirre.
    
    Finalmente, el miembro cedió a la fuerza. Tomó la pierna y la guardo junto al resto de los miembros amputados. Tomó el cuchillo de carnicero y abrió el pecho.
    
    Al igual que un carnicero separa un pollo para vender, él rompía las costillas, mientras se meneaba al ritmo de “Rosa”.
    
    —Este tipo sí que tenía buen estado —. Observó una voz dentro de su cabeza.
    
    Al terminar con la caja torácica del fallecido, se acercó al escritorio que había cubierto cuidadosamente con telas, para evitar que la sangre dejara alguna evidencia incriminadora, colocó cuidadosamente el cuchillo y agarró el hacha.
    
    Sacó el celular del bolsillo y puso a reproducir “por una cabeza” de Carlos Gardel.
    
    —Espero algún día termines con el asuntito este de poner siempre el mismo tema cuando estas por decapitar a alguien —dijo nuevamente la voz de su cabeza.
    
    —Es algo cabalístico—respondió en voz alta, mientras el hacha descendía para separar la cabeza del cuerpo.
    
    Una vez finalizada la tarea de guardar el cadáver, miró el reloj.  La una de la madrugada. Aun tenia tres horas de tiempo libre antes de ir a la draga de la ciudad, donde podía tirar los cadáveres al mar.
    
    Una ciudad como Mar Del Plata, es ideal para el arte de matar.  Al tener un gran margen de desocupación, es poco probable que encuentres mucha gente en la calle a las cuatro de la mañana que se interpongan en tu camino para deshacerte de un cadáver. Y dado a las maldades convertidas por los militares, si algún día un cuerpo era encontrado, había muchas chances de que adjudicaran el cadáver a un desaparecido.
    
    Mientras limpiaba sus utensilios, Gull creyó escuchar el llanto de un bebé que provenía de una habitación. Intentó ignorarlo, pero cada vez se hacía más fuerte.
    
    —Esto es imposible —se dijo a sí mismo—. Ellos no tienen un hijo.
    
    Se encaminó hacia el cuarto donde provenía el llanto, esperando encontrarse un televisor prendido o en el peor de los casos un fantasma. Abrió la puerta, para encontrarse que, en una habitación decorada de manera minimalista, había efectivamente una cuna, con un bebé.
    
    —¿Qué clase de broma dantesca es esta? —preguntó.
    
    Los había estado vigilando por un mes. En ningún momento vio entrar una niñera y ambos partían de su casa por periodos de seis horas al día.
    
    Se puso a revisar la habitación, para poder encontrarle un sentido a esto.
    
    Encontró entonces el acta de nacimiento de la criatura. Sasha Aguirre. Efectivamente el infante regordete, pálido, con el pelo rubio asomándose por su cabeza, que apenas superaba el año de edad era el hijo de los Aguirre.
    
    —¿Qué clase de infeliz deja a su hijo solo por seis horas diarias? —. Dijo Gull—. Y más importante ¿Qué clase de hijo de puta le pone Sasha a su hijo?
    
    Se encontraba ante un gran problema. Jamás había matado a un niño, es algo que no deseaba hacer, inclusive, era una de las condiciones que imponía a la hora de ser contratado como asesino pago. No tomaba casos que involucraran que algún niño pudiera salir perjudicado en la transacción del negocio.
    
    —Tenes que hacer una excepción esta noche. Si no asesinas a este niño, morirá de hambre antes de que alguien se de cuenta que la casa esta deshabitada y esto hará que la policía esté en alerta —dijo la voz en su cabeza de una manera más que convincente.
    
    —No puedo hacer eso —contestó indignado—. Tiene que haber otra alternativa, déjame pensar.
    
    Mientras pensaba en que hacer con la vida del pequeño Sasha, inconscientemente lo alzó en sus brazos para calmar el llanto y lo llevó a la cocina.
    
    Esperaba encontrar comida para bebés, pero lo único que pudo conseguir fue papilla y leche en frasco. No había silla para bebés en la cocina, así que cargo con el bebé hasta el garaje, donde se puso a buscar en las camionetas de ambos una silla donde pudiera sentarlo.
    
    La encontró en el baúl del auto del padre, la llevó hasta la cocina sentó al pequeño y empezó a darle de comer.
    
    —¿Qué mierda crees que estás haciendo? —preguntó la voz en su cabeza.
    
    —¿Qué mierda crees que hago? Le doy de comer —contestó como si se hubiera hecho la pregunta más tonta del mundo.
    
    —Si puedo verlo, estás alimentando a un futuro cadáver —dijo la voz.
    
    —Estuve pensando y seguro puedo dejarlo en algún lugar donde lo encuentre una familia —dijo intentando convencerse de que era una salida más que viable.
    
    —¿Familia en 2018? Estúpido. Ese concepto murió. Hoy en día los únicos que tienen bebés son los adolescentes estúpidos que traen criaturas al mundo a causa de la mezcla de ignorancia y hormonas. La gente de treinta como vos, está sacándose fotos con el celular subiéndola en redes sociales y pensando a quien se van a coger hoy o donde van a ir con su miserable sueldo de vacaciones por catorce días. Nadie va a adoptar a un bebé que dejes tirado en la puerta de su casa.
    
    Su lado racional tenía razón, pero aun así no podía dejar de buscar otras alternativas en su mente. El bebé Sasha lo miraba y le sonreía. No tenia el estomago para matarlo, este había sido su error. Si hubiera investigado bien podría haber actuado un día que el muchacho hubiera estado en otro lugar o haber rechazado el trabajo.
    
    No fue así y ahora sus padres se encontraban en unas heladeras portátiles para hacer un ultimo viaje hasta su tumba acuática.
    
    —De verdad —dijo en voz alta—. ¿Qué clase de infeliz no es capaz de contratar una niñera o llevar a su hijo a lo de algún familiar?
    
    El reloj marcaba las tres de la mañana y las heladeras ya se encontraban arriba de la camioneta del señor Gull, sorprendentemente también el pequeño Sasha ahora rebautizado Max (diminutivo de Máximo) que ocupaba un lugar al lado del acompañante.

    Al encender la camioneta su voz racional volvió a hablarle.
    
    — ¿Qué crees que haces con el bebé en la camioneta?
    —No puedo dejar al pequeño Max acá. Ya veré donde dejarlo
    —¿Max? Estás loco. Su lugar es en el fondo del océano con sus padres y vos perdés el tiempo y arriesgas tu vida, por un bebé—gritó la voz.
    
    David Gull, intentaba no escuchar las quejas de su lado más racional, mientras manejaba por la Avenida de los Trabajadores, camino a la Draga.
    
    Intentaba pensar que persona que el conociera seria capaz de cuidar a Max, pero era imposible. No había nadie en la lista de conocidos con intenciones de criar a un bebé. Además, no sabía que historia inventar para explicar de dónde había salido él pequeño.
    
    Frenó en la estación de servicio, que se encontraba en Juan B Justo y Avenida de los trabajadores, para cargar nafta y comprar cigarrillos. En la televisión, las noticias comentaban sobre el excelente trabajo que hacia la casa del instituto san Antonio María Gianelli para los niños abandonados de la ciudad.
    
    Por un breve instante creyó encontrar la solución al dilema de Max, hasta que su lado lógico habló:  
    
    —Brillante idea Sherlock, dejas al niño en una iglesia y lo mas probable que a los quince años ya allá sido victima del amor de los hombres de dios.
    
    La Iglesia quedaba descartada como opción.
    
    Se subió a la camioneta y decidió poner un playlist de música tranquila. Manejó hasta pasar la base militar y se encontró con el contacto que siempre le daba vía libre.
    
    Estacionó la camioneta en el lugar de siempre y empezó a vaciar las heladeras en el mar.  
    
    Una vez terminada la labor solo quedaba algo por hacer, levantó al pequeño y se acercó al risco.
    
    La caída debería matarlo, solo necesitaba soltarlo.  El bebé le sonreía sin sospechar el destino trágico que estaba acechándole.
    
    —Vamos pequeño Max, dame una señal de que cometo un error si te dejo caer—dijo Gull
    
    El niño seguía sonriéndole. Su lado razonable había ganado, tenia que dejar caer al bebe y lo hubiera hecho sino fuera porque el estéreo empezó a reproducir “Father And Son” de Cat Stevens.
    
    En ese momento se aferró al muchacho y lo llevó de nuevo al auto, su voz racional no tardo en hacerse escuchar:  
    
    —¿Tu señal es una canción que habla de un padre y su hijo? —le preguntó frustrado
    
    — ¿Cómo explicas que sonara justo ahora? —preguntó Gull
    
    —Reproducción aleatoria infeliz.
    
    —Da igual, el niño se queda —dijo decidido.
    
    Y cantando a todo pulmón se alejó de la draga con el pequeño.




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Como siempre: lo urgente no deja tiempo para lo Importante

    Falta poco para la última elección en Argentina y ya estoy completamente agotado. La incertidumbre de quien va a ganar, más la violencia...