Un Día de Feria

    En cosas que jamás creí que pasarían al publicar Senda Sangrienta, participé en la Feria Internacional del Libro que se organizó en Buenos Aires. 

    Me tocó hablar junto a Marcos y Cristian, autores que también publicaron con Thelema. La charla era un día de semana, para los que no saben yo además de escribir tengo un trabajo que es lo que paga las cuentas, y años atrás pagó los talleres de narrativa. Así que desde el primer momento que supe de mi convocatoria en la charla, pedí el día y por suerte me lo dieron sin problema alguno. 

    No había horarios de trenes que pudieran llevarme a tiempo, así que saqué pasajes en micro. De más joven viajé en micro y me gustaba la experiencia de poder ir en un lugar leyendo, tomando café muy dulce de la maquina y comiendo lo que sea que te daban. En el momento que saqué el pasaje, pregunté si aún daban alfajores y me dijeron que no por el Covid. La miré a la pobre chica de boletería, cómo si esperara que me dijera que era un chiste. 

    No era un chiste. 

    El día del viaje me despedí de Ro y me fui a la casa de mi amigo Andrés, que me invitó a cenar con su familia y se ofreció a llevarme a la estación de micros. Hablamos de proyectos, de asuntos relacionados al trabajo y de la vida. Luego de eso a la estación, donde el frio helaba los huesos y por suerte el micro llegó unos minutos antes de la hora estipulada. 

    No llevé ningún libro, y me bajé un podcast para escuchar sobre Stephen King, a los minutos, por más que el podcast es buenísimo, me quedé dormido y cuando quise darme cuenta estaba en Retiro. 

    Llegué a las seis de la mañana y encaré directo a las escaleras que me llevan a los taxis. Mi amigo Edu que se ofreció a hospedarme vive cerca, así que en cuestión de minutos estaba en la puerta del departamento. 

    La espera que fue corta, se hizo eterna, porque al frente mío, del otro lado de la calle apareció un muchacho medio rengo que anunciaba a los cuatro vientos que tenía un cuchillo. No sabía si estaba loco, drogado, o lo decía para robar o tal vez las tres cosas, pero en ese momento pensé que no tenía donde ir en caso que me viera. 

    De ser católico hubiera rezado, pero para mí suerte, jamás se percató de mi presencia y Edu bajó a abrirme. 

    Edu, es la definición de Heavy Metal. Más de cincuenta años y el pelo largo, vestido religiosamente de negro, con remera de Judas Priest y un pucho en la mano. 

    Me dio la bienvenida a su casa, y puso la pava para preparar un café. 

    Nos pusimos un poco al día con nuestras vidas y luego el se fue a su pieza y yo me quedé en el comedor, en la cama que había improvisado para mí. 

    Me dormí unas horas y me desperté para salir rumbo a la Feria del Libro. El viaje fue cortísimo y me encontré con mi amigo Germán que justo estaba por la ciudad y se copó en filmar la charla, para luego subirla en mi canal de Youtube. 

    Luego me encontré con Marcos y Cristian, con los que fuimos a almorzar. Después de hablar y conocernos caminamos al destino donde los guardias de seguridad nos dijeron que no estábamos acreditados, que teníamos que hacer la fila. 

    Intentamos explicarles la situación, pero la respuesta siempre era la misma “No es mi problema”. 

    Cristian que tenía un pase por haber ido a ayudar los días anteriores entró para ver si podía hacer algo.  A todo esto, el reloj se acercaba más a la hora de la presentación y seguíamos ahí afuera, hasta que uno de los guardias de seguridad se cansó de mí y me dijo, “mira flaco, habla con él que es del staff, a mí no me jodas más” 

    Hablé con la persona del Staff que de mala gana entendió que no le estaba pidiendo nada descabellado y Marcos, más su compañera, German y yo entramos, sin saber bien a donde ir, todo un descontrol bárbaro, pero por suerte encontramos a Cristian que nos comentó que se había apagado su celular. 

    Llegamos al lugar de la charla, minutos antes que se abran las puertas y nos sentamos ahí a hablar de escribir un genero que en este país siempre se consumió muchísimo cuando venía de la pluma de autores extranjeros, pero poca producción tuvo por parte de autores locales. 

    No teníamos presentadores, así que utilicé toda la experiencia de cuando hacía un fanzine para hacer una charla amena con mis compañeros y los minutos pasaron volando. 

    Terminamos la charla y finalmente pude abrazar en persona Brian Largo con quien nos conocemos hace años por las redes sociales, pero que jamás nos habíamos visto en persona. Fue como encontrarse con un hermano perdido y me acompaño durante horas en los que recorrimos los pasillos mientras buscaba editores que les interesara trabajar conmigo a futuro. 

    Frenamos a merendar y hablamos de nuestros proyectos, para luego seguir caminando un poco más y antes de irme hice mi única compra, Providence de Alan Moore. 

    A la noche Brian volvió a su ciudad y yo me fui a lo de Edu, a comer unas pizzas y luego encaramos en colectivo a Retiro. 

    Apreciación personal, sin ganas de caer en algo político, pero jamás había visto esa zona tan desierta y oscura. Una de las entradas estaba cerrada, cubierta en las sombras y la única entrada mostraba el esqueleto de locales vacíos. 

    Me despedí de Edu y de su colega en armas Miguel y me subí al micro que me llevaría de nuevo a Mar del Plata. 

    Una vez recostado en el asiento, tuve la suerte de volver a repetir el proceso de escuchar unos minutos de podcast antes de quedarme dormido hasta que al despertar encontré el Easy que me indicó que ya estaba cerca de casa. 

    En situaciones así, agradezco de corazón la gente que tengo a mi lado, que hace que las cosas sean más sencillas, divertidas y amenas. 

    Espero volver a la Feria del Libro, en mejores condiciones, con más gente interesado en lo que hago y de ser posible con nuevas obras por presentar. 

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