3 años del fin del mundo que no fue

Recuerdo que jamás había sentido la sensación de que todo el asunto Covid fuera algo serio. Veía las noticias, hablaba con gente que estaba viviendo en Europa, que me contaban lo que les estaba pasando y más que nada me divertía con los memes que subía Gustavo, un chico que sigue usando Facebook solamente para compartir memes.

    El 20 de marzo del año 2020 fue un día de nervios e incertidumbre. En el trabajo nuestro encargado decía un poco molesto que era todo una farsa, que era una exageración. Mis compañeros hacían bromas entre los pasillos y estaba el rumor de la cuarentena.

    "¿Te imaginas que nos encierren como en Europa?" Jamás pensé que eso pasaría. Es decir, ellos son la cuna de la civilización,la buena economía, la buena vida. Yo era de los que creían fervientemente que nos pasaría como a Brasil, donde harían lo posible por decir que era una gripe y que íbamos a trabajar y sálvese quien pueda.

    La gente seguía ingresando como si nada, salvo un par de casos que ya venían con un barbijo o ingresaban a comprar y pedían que mantengamos una distancia prudencial. Lo que más me sorprendió era que la gente mayor era la que actuaba como si nada, se acercaban al mostrador, te hablaban cara a cara, mientras que la gente de mi edad intentaba mantener un poco de "distancia social". Aclaro que hasta ese momento las vidas que se cobraba el Covid era de gente mayor. Supongo que estos clientes no creían que podía pasarle a ellos, en mi mente pensaba que era gente que había vivido la segunda guerra mundial, los militares, el corralito, ¿Qué miedo le iban a tener a un virus? O tal vez después de haber pasado, por tanto, morirse no era algo que te importaba tanto, quien sabe...

    A la tarde se empezó a correr los rumores de que se iba a decretar el aislamiento y nadie entendía bien que es lo que estaba pasando. Hace tres años yo estaba en una posición distinta a la actual, no me gustaba mi trabajo, sentía que jamás iba a poder publicar un libro, ya que la industria del arte es una muy complicada para alguien que está fuera de todo circuito o no tiene un buen pasar económico. Cuando no estaba trabajando intentaba como podía escribir mil palabras antes de que me ganara el cansancio. Dormía mucho esos días y estaba siempre agotado, no lo sabía, pero estaba pasando por una depresión. Esteban, un excompañero que se había gastado el sueldo de años en armar un estudio de grabación, me cruzó en un pasillo y me dijo en voz baja: "ojalá nos encierren a todos, así puedo componer tranquilo, no aguanto más esta vida". Durante ese periodo, en esas paredes, nos dábamos ánimos el uno al otro, éramos los únicos loquitos que dejaban el sueldo en aventuras artísticas.

    El punto es que el 20 de marzo se hizo el decreto y lo único que sabíamos es que por una semana nadie podía salir de su casa. La empresa se portó muy bien adelantando sueldos y mandando un mensaje de tranquilidad. Resuelta la parte laboral y económica, me desperté con un sol radiante y me senté a leer en el patio de mi casa. No hacía eso desde que tenía 13 años de edad. Después de leer unas cien hojas de La Torre Oscura V (Lobos Del Calla) decidí que podía hacer algo de ejercicio, después de no sé cuantos años tenía tiempo y energía.

    Cuando terminé de hacer el ejercicio me pegué una ducha, luego cené y me senté a escribir Senda Sangrienta y el manuscrito de una novela que tengo en el cajón. Al terminar con esto aún no estaba cansado, así que me puse a leer un poco más.

    Sin saberlo había comenzado una rutina que duraría tres semanas. Cuando no estaba haciendo esto miraba todo el asunto de Wattpad y la publicación independiente pensando en que tal vez había una chance de publicar algún libro en físico, si es que bueno, el Covid no nos mataba a todos.

    Luego de la primera semana mi horario de sueño cambió rotundamente. Ya no podía dormirme alrededor de la una de la madrugada, me dormía cuando salía el sol, pero tampoco es que dormía hasta muy tarde, dormía cerca de cinco o seis horas y me levantaba con energía para ponerme a leer, escribir y entrenar.

    Volver a la rutina laboral fue una experiencia complicada, parecía ser que la gente no la había pasado de la misma manera que yo y querían olvidarse de que existía un virus. Pagué ese periodo de descanso con un esfuerzo mental tremendo para explicarle a la gente que iba al local las siguientes premisas:

Para trabajar necesitamos mantener X cantidad de personas, por favor sea paciente.

Si sabe que el máximo de personas son 5 y hay fila para entrar, no sea tan irrespetuoso de querer ingresar con toda su familia para ver algo.

Tiene que ingresar con barbijo. No, un casco de moto no es barbijo. No, su mano en la boca no es barbijo. No, que usted entre mordiendo una bufanda no cuenta como barbijo, y no sé la necesidad que tiene de morder la bufanda.

    Me gustaría decir que inventé algo de esto, pero todo sucedió, hasta casos de gente pateando el vidrio del local y gritando "Déjenme entrar".

    Quien inventó la frase "El Infierno son los demás" claramente trabajó un tiempo en atención al cliente. Más bien dicho, tal vez es un viajero en el tiempo que atendió la gente en el año 2020 y volvió a su época con esa premisa.

    Creo que el único motivo por el cual no terminé siendo despedido por la empresa por golpear a alguien o terminé con carpeta psiquiátrica fue por el hecho de que en ese momento con Rocío estábamos empezando a salir y un mensaje de ella alcanzaba para que me dijera que todo estaba más que bien. Sin embargo, ganas no faltaban...

    Los primeros meses intenté cuidarme, hasta que sentí que era todo una tomada de pelo, en especial por la gente que venía a la sucursal y poco más le faltaba escupirte en la cara para demostrar su disconformidad respecto a las "medidas de precaución" y cuando tuve compañeros que lo tuvieron y decían que era como un resfrío y celebraban el quedarse en sus casas viendo Netflix mientras el resto que no nos enfermábamos teníamos que sufrir a la humanidad.

    Me agarró Covid el 26 de diciembre de 2020 y me golpeó durísimo. Después de 4 días de una fiebre infernal, perdí el gusto y el olfato. Bajé de peso, sufrí fuertes dolores estomacales y estuve tres semanas aislado en mi pieza. Sin salida al patio ni nada. Por suerte, mi pasión por los libros me mantuvo a salvo. Cuando la fiebre pasó y logré empezar a leer, seguí leyendo para matar las horas, acompañado únicamente con Té y tostadas quemadas (era la única manera de sentir una especie de "sabor").

    El 20 de marzo 2021, un año después del anuncio y la incertidumbre, el mundo parecía seguir, la gente parecía seguir (más desagradable que antes) y yo me había propuesto dos cosas. Mudarme con Rocío y sacar un libro en físico.

    El 20 de marzo de 2022, gracias a Caru, la mejor amiga de Rocío, logré cumplir la meta de vivir con ella. Senda Sangrienta ya estaba en formato físico, conseguí un puesto laboral que me gusta bastante y sin saberlo estaba a meses de firmar mi primer contrato editorial.

    Hoy 20 de marzo 2023, el mundo sigue girando, sigue siendo un caos, sigo viviendo con Rocío, sigo escribiendo, espero la publicación de mi siguiente novela y escribo estas palabras para compartirlas con ustedes. 


Nos vemos luego.


       Si te gustó lo que leíste, te invito a que dejes una:  Colaboración para el blog

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Como siempre: lo urgente no deja tiempo para lo Importante

    Falta poco para la última elección en Argentina y ya estoy completamente agotado. La incertidumbre de quien va a ganar, más la violencia...